jueves, 30 de julio de 2009

Los Reyes del Mar

Hace apenas quince días el mar intentó tragarse a mi hermano. Tuvimos miedo, mucho miedo. La naturaleza puso a prueba el temple de mi querido recién doctorado en biología, pero lo que el mar aún no sabía es que mi hermano posee corazón de guerrero. Y con la ayuda de un surfista surgido de las olas, el Mediterráneo no consiguió más victoria que la de infundirnos a tod@s el respeto que jamás se debiera perder por el azul de sus aguas. Para ellos tres: mi hermano- que aún guarda restos de caracolas en el oído-, el surfista -que no permitió ningún tipo de reconocimiento- y nuestra querida mar -indómita e inesperada al fin y al cabo- escribo hoy esta entrada.
Hacen los honores Jorge Guillén y Luis Cernuda.


MAR EN BREGA
Otra vez te contemplo, mar en brega
Sin pausa de oleaje ni de espuma,
Y otra vez tu espectáculo me abruma
Con esa valentía siempre ciega.
Bramas, y tu sentido se me niega,
Y ya ante el horizonte se me esfuma
Tu inmensidad, y en una paz o suma

De forma no termina tu refriega.
Corren los años, y tu azul, tu verde
Sucesivos persisten siempre
mozos
A través de su innúmera mudanza.
Cursiva Soy yo quien con el tiempo juega y pierde.
Náufrago casi entre los alborozos

De este oleaje en que mi vida avanza.

(Jorge Guillén, Clamor...Que va
n a dar en la mar,1960)




PEREGRINO
¿Volver? Vuelva el que tenga,
Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos,
Del amor que al regreso fiel le espere.
Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
Sino seguir libre adelante,
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.
(Luis Cernuda, Desolación de la Quimera, 1962)



Te quiero, hermano.

viernes, 10 de julio de 2009

Diseccionando la (supuesta) Anatomía de un Ángel Hembra III




Para terminar mi pequeño homenaje a Pedro Andreu y su Anatomía de un Ángel Hembra me gustaría haceros llegar el que este autor rinde a varios poetas.
Mi primera sorpresa fue el encontrarme conjugados en un mismo poema estilos de dos de mis poetas favoritos, separados por siglos de estética y corrientes varias, pero grandes y reconocibles sin lugar a dudas. Veamos el poema y a ver si sois capaces de dar con sus nombres:


Si yo fuese Dios, si pudiese, si supiese
el secreto primero de la vida, si me dejaran:
te crearía tal cual eres: tu misma risa
que me tiembla aquí adentro, tus tobillos,
tu forma de mirarme, de jugar con el puzzle
de tristezas que forman mi pasado, tu boca
que esparce, Laura, en aire asalvajado
epidemias de besos como pájaros, que desordena
el caos que llevo dentro por no querer
amarte, y sin embargo..., mira, me desarmas.
Si yo fuese Dios...¡Qué carajo! Prefiero
apenas ser un hombre, saber que existe el fuego,
que vos podéis quemarme, que vos tenéis
la hoguera, que por vos debo arder,
que tú a mí
me quemas.

Quienes normalmente leais poesía reconocereis de inmediato las fuentes de los anteriores versos. Efectivamente, se trata de Ángel González y, nada más y nada menos, que Garcilaso de la Vega. El poema lleva por título "A la manera de Ángel González y Garcilaso de la Vega", redundancia que se cumple a rajatabla a lo largo de toda la composición, pero que además va acompañada de un final irónico e inesperado, tan propio del poeta oventese y que casa perfectamente con el tono general del poemario. Esperanza, pesimismo, modernas metáforas y alguna sinestesia van construyendo este poema para, de pronto, dar lugar a un irónico desenlace cargado de negro sentido del humor.

Os transcribo a continuación, para quienes no los conozcais, los poemas de ambos autores.


Me Basta Así

Si yo fuera Dios

y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;

lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera

de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;

ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría

lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,

resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,

yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando -luego- callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo

constelaciones: existes.
Creo en ti.

Eres.
Me basta.

Ángel González, Palabra sobre Palabra (1965)





Soneto V
Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo cre
o,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.

Cuando tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
Garcilaso de la Vega, "Soneto V" en Poesías Castellanas Completas (1986)

Seguramente no se os habrá pasado por alto la alusión que Pedro Andreu hace a su amada, a quien llama Laura, y que, casualmente, coincide con la laura petrarquista. Pues bien, sabemos que Petrarca fue fuente pródiga en la que bebieron los más reconocidos autores de la Edad de Oro española, dando pie a la gran mayoría de sus sonetos, y nuestro autor no se conforma con compartir con éste objeto poético de idéntico nombre, sino que además se sienta ante su propia laura y, dibujando vaporosos dragones verdes, lanza un compendio de versos libres y sin rima, formando un halo de clásica atemporalidad. Tema clásico sin molde formal. Y es que se repite, una vez más, la misma historia...Quizás se deba a la universalidad de la buena poesía...



Pipa de Kif contra Petrarca

Desde una pipa de kif. En esta habitación naranja
tomada tantas veces por mis antiguas bestias.
Sin ventanas que den a la ciudad
de los murales verdes. Desde una
pipa de kif,
despacio. Ahora que compren
do
que nada permanece, que todo se hace nada,
como una piedra humo en esta pipa.
Ahora, que estaba solo y harto de cantar
sobre la tierra áspera, pronuncio humo de ti;
tu nombre: Laura. Y acuden las imágenes:
carreteras perdidas entre los girasoles, refugios
de montaña, mapas de piel desnuda, el metro
de Madrid, aquel hostal que da a la calle Pez,
los marcianos parajes de Josa, el Alto Tajo
donde rocé dormido tus tobillos de invierno...
Y parezco Petrarca con los dedos manc
hados
de polen mentiroso de poemas.

Yo no sé de los pájaros, pero adoré mis alas.
Yo no sé qué es el fuego, pero viví quemándome.
Y de ti no sé nada pero me desarraigas
del lenguaje.
Y duermo a la intemperie
de tus ojos,
donde ya las palabras no pueden abrigarme.

El kif es mi mentira, esta pipa es una
excusa,
y Petrarca ese imbécil que pretendió encerrar
tus caderas clásicas en rígidos sonetos.


Tras leer este poema vino a mi mente, inevitablemente, el aroma del kif tan celebrado por los poetas modernistas y, sin remedio, no me quedó otra opción que trazar esa línea recta entre la estética decadentista y la que impregna Anatomía de un Ángel Hembra, pues leer los poemas que lo componen es actualizar versos de Gustavo Adolfo, Fco. Villaespesa o Valle-Inclán.




Otro de los grandes nombres evocado por Pedro Andreu es el de Pessoa. Arriesgado es el emprender empresa de tamaña magnitud, no obstante creo que, los versos que siguen, captan la esencia del poeta portugués, aunque, evidentemente, no haya punto de comparación y un@ se quede como esperando un poco más...
Antes de transcribir el poema me gustaría que leyérais esta pequeña introducción al Libro del Desasosiego (comenzadao en 1912 y publicado por primera vez en 1982) de Fernando Pessoa:


En estas impresiones sin nexo, ni deseo de nexo,
narro indiferentemente mi autobiografía sin hechos,
mi historia sin vida. Son mis Confesiones y
si en ellas nada digo, es que nada tengo que decir.


Ahí va el poema:


Desasosiego (a la manera de Pesso
a)

Mi vida está cansada de vivirme.
Está harta de caminar descalza por la playa
sin nada que hacer, tirando piedras
a la ciudad del fondo, trepándose sin ganas
a las vértebras hundidas de la tarde.
Mi vida, mi vida, mi perezosa
vida de estar por casa en zapatillas,
hecha de días torpes y noches inyectadas.
Es como si me pegaran- a veces-
con mi vida en la boca.


Y ya no tengo fuerzas para encajar más golpes.


F. Pessoa 

Para concluir, os dejo con un último poema y os invito a que descubrais el guiño que aparece en él. Para mí, ha sido todo un placer el poder escribir y reflexionar a raíz de la obra de un poeta de mi misma tierra, Pedro Andreu, por lo que os recomiendo encarecidamente que os hagais con la edición de Anatomía de un Ángel Hembra y la disfruteis tanto como yo.

Aquí os dejo el poema:


Habitación cerrada

Y entonces, cuando la realidad
me aturde, me llama a sus trabajos,
a horarios, a rutinas,
me despista de ti, me dice que estás lejos,
se delata y me entrega al desamparo;

cierro ventanas, puertas, corro cerrojos y cortinas,
apago interruptores, me cubro con tres mantas
en el suelo invisible de mi cuarto, aspiro vértigo,
escucho el sonido de mis pensamientos,
que zumban como un panal de abejas.
Nos frabricó la noche artificial de este poema.
Entonces vuelves, con nitidez de cuarzo
a golpearme el cráneo por adentro,
y estás entre mis brazos, y eres la albada negra
y sus antiguas razas de bestias extinguidas,
y eres la frágil flor del cactus que esta luna
brotó desnuda de mi cantar desierto,
y un sábado naranja de diciembre
en que tú y yo temblamos cubiertos de palabras.
Ángel de mis infiernos, tiniebla íntima,
agua que blanda horada la dura piedra
de mi sangre, viruela, cáncer mío,
fiebre alta, voz de sirena en cueros
llamándome al naufragio eres.

Y tu nuca titila como un planeta virgen
en la desolada oscuridad
artificial de mi mente. Aunque tú estés tan lejos
de mi cuarto- y quizás mis palabras no te tocan-
y yo muerda tus sombras solamente.

Pedro Andreu, 2008, Anatomía de un Ángel Hembra, Palma, ed.
Palma de Naranja

jueves, 2 de julio de 2009

Diseccionando la (supuesta) Anatomía de un Ángel Hembra II


Hemos recorrido en la anterior entrada las tres primeras partes de las que se compone Anatomía de un Ángel Hembra (Pedro Andreu, 2008. ed. Palma de Naranja): "Dislocación de un Ala", "Ángeles Caídos a Golfemia" y "Estudiante de Alquimia" para llegar hasta el adiós definitivo a una etapa, a una vida, y abarcar de esta manera la última parte de la antología, "Nana de Plumas Negras", que se compone de dos nanas- una dedicada a la muerte de sus abuelos y la otra a la de su padre- y comienza de esta manera:



Primera nana

A mis abuelos

I

"-Tengo noventa años de carne y pensamientos
pena de que todo cuanto hice y viví
tenga al fin que extinguirse, hacerse sombra" (...)



Pedro Andreu le pide a Cristina Cerezales Laforet que le prologue el libro, y ésta le responde a través de líneas de bellas y halagadoras palabras. Habla sobre su poesía, sobre su estilo y sus temas, sobre su sensibilidad e inspiración, pero concibe la obra como completa con las tres primeras partes, señalando que esta cuarta parte le resulta extraña en este libro, (ya que) es otra voz del poeta (...) Las alusiones que ya haces al tema dentro de los otros cortes del poemario me parecen más integradas. Yo no estoy de acuerdo. Y a continuación voy a tratar de explicar porqué.


"-Tengo noventa años de carne y pensamientos
pena de que todo cuanto hice y viví
tenga al fin que extinguirse, hacerse sombra".

Hemos asistido a lo largo del libro a un viaje por diferentes paisajes del alma. La primera parada, el descubrimiento del sexo y el amor más intenso, la individualidad más pura y el salto mortal hacia quienes, quizás algún día, llegaremos a ser. La siguiente parada la decepción y el fracaso, el golpe casi mortal contra el asfalto más negro de quien, un día, aprendió a volar; la búsqueda de una ausencia para hacerla tanginble en la barra de cualquier bar, el camino que conduce, inevitablemente, hacia la autodestrucción y regeneración en una nueva estación, la de la aceptación de que nos hemos hecho mayores, pues- y recurro a Jaime Gil de Biedma-que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde/como todos los jóvenes, yo vine/a llevarme la vida por delante.
Y llegamos así al adiós definitivo de una etapa, y nos refugiamos en nuestra infancia, en nuestra casa y con los nuestros y, cansad@s del camino- apalead@s y frustrad@s- , descansamos en el seno del que creemos nuestro origen, que, ahora sí, comprendemos es lo más seguro que tenemos. Partimos un día descalzos como inmigrantes hacia cuerpos desconocidos y volvemos repletos de vivencias y crueldades y bellezas y desesperanzas a la geografía de una tierra que nos vio partir: nuestra casa. Hemos regresado a nuestra infancia tras la guerra cruel con el mundo, nos hemos refugiado en la época de la inocencia y la esperanza, tras cubrir con gasas las funestas heridas que nuestra lucha dejó tras de sí. Pero ya no somos l@s mism@s y el fracaso, la pérdida y la frustración forman parte inevitable de nuestro bagaje. Y se van sumando las despedidas y la mayor de ellas- y que seguimos sin comprender- es la muerte.

Primera nana

A mis abuelos

I

"-Tengo noventa años de carne y pensamientos
pena de que todo cuanto hice y viví
tenga al fin que extinguirse, hacerse sombra (...)
(...) Fui envejeciendo y fui fel
iz
y seguí amando a tu abuela,
que cuando la conocí tenía apenas quince años
y la mar en los ojos y unos pies de miserias
y un carácter de sargento de la guardia civil
que me hacía temblar como un ejército.
Ya he cumplido mi viaje,
el tuyo empieza apenas- me dijiste.
Y tus ojos de roble,
que apenas sí miraban ya a este mundo,
eran como los míos. Exactamente iguales."
La vuelta a casa, a NUESTRA casa. El amor incondicional de los nuestros, sus palabras, nuestros recuerdos. Sí, la vida es larga y es dura y es injusta, pero es bonita y merece la pena y vienen a mi memoria los versos tantas veces repetidos de J.A. Goytisolo: tendrás amor, tendrás amigos.(...) Pero siempre, siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso". ...Aunque....ya no somos l@s mism@s:


Segunda Nana

A papá

(Mediodía, 25 de noviembre)

Y al fin incinerarlo, aquel último paquete
de tabaco
entre sus manos,
que perdieron el tacto.
Sesenta y ocho años han cabido
en una urna negra.


Despojos de ingenuidad, amargo escepticismo y cierto cinismo, creo que Pendro Andreu consigue integrar la tremenda paradoja que toda persona arrastra tras de sí: el nihilismo aprendido y el punto diminuto de ingenuidad que siempre regresa. No sé si he conseguido convencer a alguien de que Antología de un Ángel Hembra no estaría completo sin esta última parte. Tampoco lo pretendo. Para mí, es un libro perfecto en el que ningún poema sobra o está fuera de lugar. Al fin y al cabo, quizás no pueda verlo de otra manera porque en cada uno de mis viajes, al fondo de la mochila, siempre me ha acompañado el primer oso de peluche que me regaló mi abuelo....E incluso aún hoy hay noches en que duermo abrazada a él y siento que, con su recuerdo, absolutamente nada puede hacerme daño...

Segunda Nana

(Atardecer bajo una higuera, 26 de noviembre)
Debajo de una higuera,
cinco hermanos, sus parejas,
una mujer- nuestra madre-,
diez nietos, un puñado de amig
os
y la tarde agazapada encima de los campos.
De Dios no había rastro, pues papá era ateo
y nadie lo invitó. Cavamos media hora.
Plantamos a mi padre, regresamos
sus restos a la tierra, para que fueran barro.
Lanzamos unas rosas y claveles.
Dijeron a los niños que ahí
había que enterrar tesoros de su abuelo
porque se había ido a una estrella infinita.
Así que una de mis sobrinas le escribió una carta
y la dejó caer.
Otra le compró un paquete de cigarrillos negros,
y lo dejó caer.
Un tercero, entre lágrimas,

reunió sus cromos del Atleti
-era el club de papá-,
y los dejó caer.
Los nietos más pequeños pintaron unos folios
y los dejaron caer.
Mi hermano sacó de un bolsillo de su chupa
un libro que le habían publicado
y lo dejó caer.
Después echamos, uno tras otro,
una pala de tierra, hasta tapar el foso.
Y abrimos un paquete de tabaco
y fumamos un último cigarro de la m
arca
de papá, y si cerrabas los ojos se podía oler.
Entonces Venus brilló en el cielo
y mi sobrino de tres años dijo:
¡La estrella del abuelo!
¿Podemos ir a verlo en autobús?".