jueves, 22 de febrero de 2018

Gracias, Forges

Vivimos tiempos oscuros y difíciles. A quienes creemos en el poder del conocimiento y aspiramos a vivir en una sociedad más justa y equilibrada, respetuosa y agradecida con el medio que nos cobija, la Madre Tierra, que es nuestra propia casa, y en paz con los animales que nos rodean, en armonía con el Todo y con nosotr@s mism@s, muy lejos del utilitarismo materialistas, de la esclavitud, la tortura, el sufrimiento y el sadismo, se nos hace tan, tan difícil el aceptar que eso que llamamos humanidad (y a la cual pertenecemos también) esté tan, tan enferma. Decía Krishnamurti que no es sano encontrarse con una persona adaptada en una sociedad mortalmente enferma; uno de los problemas actuales, creo yo, es que funcionamos con piloto automático y vivimos una vida totalmente preconcebida y prefabricada; ¿por quién?: por quienes quieren que gastemos, hipotequemos, nos endeudemos y nos atemos al yugo del capitalismo pensando que somos libres. ¿Cómo sobrevivir ante tal fracaso de la libertad y el poder personal y social? Supongo que esa es una pregunta que merece la pena ser pensada por cada cual, pero también pienso que hay antídotos que nos pueden servir a (casi) tod@s. Y uno de ellos es la ironía, el ser capaces de reírnos del absurdo que nos rodea y de nosotr@s mism@s y nuestra propia estupidez, que es la de tod@s, pues tod@s somos la misma cosa. 



Reality Bites, Helen Childress, 1994



La ironía canaliza una emoción negativa y debilitante y consigue transformar el potencial destructor de la ira, la rabia, el miedo, la impotencia en creación, en arte, en inteligencia, modificando consciencias y moviendo a lo apolíneo de la risa, al distanciamiento emocional, permitiendo de tal manera una visión más clara del hecho o situación denunciada y permitiendo la acción más equilibrada y, por ende, el compromiso.





Antonio Fraguas, Forges, será siempre un maestro del humor negro y la ironía, usada magistralmente y con sobrada inteligencia. Sus dibujos dejan ver claramente que tras ellos late el pulso de un artista profundamente sensible y comprometido con sus semejantes, ya sean human@s, animales o el propio medio ambiente. Forges nos da un respiro, nos sonríe el café de la mañana, nos alienta de que por muy feo que esté todo, aún merece la pena seguir dibujando, escribiendo, componiendo, creando y luchando. Forges siempre creyó en la cultura, en el saber, en el poder del libro y el conocimiento y nunca reflejó al ser humano como superior a nada ni nadie (más bien al contrario).






Colorear la estupidez, la ignorancia e incultura, la falta de escrúpulos, el automatismo zombie de la sociedad actual... nos ayuda a tomar conciencia del lamentable panorama nacional y mundial, pero también nos viste de renovadas fuerzas para afrontar el día a día y poner en marcha nuestra propia creatividad cotidiana para sobrevivir con alegría y confianza en que no está todo perdido, le pese a quien le pese. 





Quizás Forges se ha ido cuando más necesitábamos de su arte, inteligencia y sensibilidad. Nos ha dejado un poquito más huérfan@s, tal y como sucedió cuando murieron Leonard Cohen y David Bowie. Pero siempre, siempre, y eso es tremendamente importante, podremos recurrir a sus viñetas porque, amig@s mí@s, la estupidez está condenada a desaparecer, pero el arte es eterno y sus autores y autoras también.



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